Niños obligados por sus padres a dejar su país; Edomex, asolado por crimen

Por Wilberto Torre

HUEHUETOCA.- El jueves 19 de junio, poco antes de que los presidentes Barack Obama y Enrique Peña Nieto conversaran sobre la crisis de los niños migrantes, un grupo de mujeres y menores de edad salió del albergue San Juan Diego, en Huehuetoca, Estado de México, y discutía si debía caminar una hora y media hacia el basurero, un territorio de asaltos y secuestros, y subir por la curva cuesta arriba que toma La Bestia, en Tequixquiac para saltar a ella en el instante breve en el que el tren avanza despacio, como un elefante viejo, cargado de viajeros centroamericanos.

Eran las 10 de la mañana con 47 minutos cuando Jorge Andrade, líder del Colectivo Ustedes Somos Nosotros, recibió una llamada en el celular desde donde hace funcionar una oficina ambulante de asistencia a migrantes. Hasta septiembre pasado dirigía un albergue en Huehuetoca, cerrado tras un ataque con armas de fuego en julio de 2012, y un año después una incursión de la Policía Federal y municipal, en la que fueron detenidos varios migrantes.

Adrián Trejo, un voluntario que colabora con el grupo, llamaba para ponerlo al tanto sobre el grupo de migrantes que llegó una noche antes al albergue San Juan Diego, operado por la Iglesia católica. El problema es que a diferencia de los refugios del padre Solalinde y otros en Tabasco, el de Huehuetoca no da libertad a los migrantes para entrar y salir después a tomar el tren. Quien decide salir ya no puede regresar.

—No tienen ropa de cambio y algunos vienen mojados­—, le informó por el alta voz.
—¿Cuántos son?
—15 mujeres y ocho niños.
—Pon al teléfono a uno de los niños.
—Hola.
—Hola, ¿cómo estás?
—Bien.
—¿Cómo te fue en el viaje?
—Me siento cansado.
—¿Cuántos años tienes?
—Diez.
—¿De dónde vienes?
—De Honduras.

El niño, contó Adrián por teléfono, no parecía asustado. Los ocho pequeños que llegaron a Huehuetoca el miércoles estaban acompañados por 15 mujeres, entre ellas sus madres y otras dos que habían dado a luz hace unos meses a los niños que llevaban en brazos.

—Déjame checar si te puedo enviar unas cajas con ropa y comida—, dijo Jorge, otra vez al habla con Adrián.

"Trata de mantenerlos en una zona visible. Voy a pedir unas patrullas para que los escolten si deciden ir al basurero a tomar el tren."

El origen de una crisis

"Lo que vemos en la frontera no es reciente. Desde 2011 hay un aumento notable en el número de niños que entra a México para seguir a Estados Unidos", dice Jorge Andrade. "La crisis humanitaria no está concentrada ni proviene de Texas, como parecería interpretarse, sino de los países de origen de los migrantes, de la violencia y la falta de oportunidades".

Subraya que el problema con los niños migrantes concentrados en Texas es que si son deportados seguramente serán cooptados o sometidos por alguna mara o el hampa.

Mientras se ha involucrado en la fundación de albergues, Andrade ha conversado con decenas de niños migrantes. Explica que sin tratarse de un patrón, se percató de que la mayoría viaja con la ayuda de coyotes que reciben entre cinco y seis mil dólares para llevarlos a Estados Unidos. No hacen todo el trayecto en tren, sino en autobuses.

Sólo una minoría de niños llega al Estado de México en tren y casi todos viajan acompañados por sus madres, una tía, un hermano. La mayoría de casos con los que Jorge ha tenido contacto son menores obligados por sus padres a abandonar sus países de origen en Centroamérica para huir de la violencia.

Hace unos meses conoció a un migrante salvadoreño de unos 45 años que le contó que un hijo había sido asesinado por la Mara Salvatrucha y otro se unió a una pandilla. Le dijo que tenía que cumplir el ritual de matar a su padre, de modo que decidió ir a Estados Unidos, cruzando por México.

A bordo del tren

La tarde del 19 de junio Jorge Andrade no viajó a Huehuetoca para ayudar en persona al grupo de 15 mujeres y ocho niños. Los migrantes decidieron caminar hasta el basurero de Tequixquiac para subir al tren y no había tiempo. Envió cajas con ropa y comida y pidió al municipio enviar patrullas para protegerlos.

"El Estado de México es un polvorín", dijo Andrade en alusión al aumento en el número de asesinatos, secuestros y extorsiones en los últimos meses. Desde luego los migrantes no escapan al peligro.

El grupo de mujeres y niños anduvo una hora y media en medio del fango, hasta llegar al basurero por donde asciende el tren. Es un territorio sin ley donde hay secuestros y asaltos. Es frecuente que con los vagones en movimiento caigan a las vías. Hace unos meses, recuerda Andrade, una mujer cayó con un niño de tres años, el cual perdió ambas piernas.

El grupo de migrantes salió de Huehuetoca el jueves alrededor de las tres de la tarde. Eran las cinco cuando treparon al tren que los llevaría a Hidalgo y Celaya para seguir su camino hacia Estados Unidos.

Sonora. Agentes con sentido de paternidad, a su cuidado

Agentes de la Patrulla Fronteriza casados y con hijos, son la primera opción del Gobierno de Estados Unidos para hacerse cargo del cuidado de los miles de menores de edad centroamericanos recluidos en albergues improvisados por migración en los estados de Arizona, Texas y California.

El pasado 17 de junio, el Departamento de Seguridad Nacional (DHS, por sus siglas en inglés) abrió las puertas a la prensa nacional e internacional para un recorrido por el campamento instalado entre las ciudades homónimas Nogales, en Sonora y Arizona. Donde hay más de 900 menores de edad indocumentados que intentaron migrar hacia Estados Unidos sin la compañía de sus padres o familiares.

Ahí, un agente de migración, que también es padre de familia, afirmó que las autoridades federales tomaron muy en cuenta su paternidad al momento de decidir quiénes estarían a cargo del cuidado de los menores centroamericanos, con el objetivo de que los responsables de brindar atención a más de 47 mil niños fueran hombres y mujeres sensibles a los requerimientos y el trato con menores de edad, de entre tres a 17 años.

Supuestamente, la prioridad de los agentes de migración es mantener a los menores seguros, en buen estado de salud e higiene, en lo que esperan la decisión del gobierno estadunidense respecto a su destino, ya que ninguno de los menores centroamericanos está siendo procesado para su extradición, por el momento.

Juntos pero no revueltos

En el campo de concentración improvisado de Nogales, Arizona, los menores están separados por sexualidad y grupos de edad, en espacios delimitados con rejas de 10 pies de altura (3.048 metros) y alambres de púas; hay dos sitios para mujeres de 16 a 17 años y otros dos sitios para hombres en el mismo rango de edad; dos sitios para mujeres de 12 a 15, e igual número para hombres; el resto está junto.

Ahí se dispusieron baños portátiles habilitados con drenaje profundo y extractores de aroma para mayor sanidad, además de unos tráilers de la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias, que cuentan con duchas, lavadoras y secadoras de ropa para que los niños vistan limpios, con shorts azules y sandalias, aunque por el gran número de menores hacinados no se puedan bañar a diario.

Pan y circo

Al día reciben tres comidas: desayuno, merienda y cena, con dos botanas al día, pudiendo acceder al comedor en grupos de 120 por vez.

Los menores salen a jugar o departir a un patio cada segundo día: lunes, miércoles y viernes salen los hombres; mientras que martes, jueves y sábado lo hacen las mujeres; los domingos todos descansan.

Según se reveló durante el recorrido, la emergencia humanitaria podría durar todo lo que resta del verano y estiman que hacia octubre sean entre 60 a 90 menores de edad centroamericanos quienes pasen por los centros de retención, albergues o campos de concentración.

Tamaulipas: cifras en aumento. Rumores los motivan a buscar sueño americano

Tamaulipas detectó un incremento en la atención de menores migrantes fronterizos no acompañados, sólo de enero de 2013 a la primera quincena de junio de este año han apoyado más de siete mil casos, a través del Sistema DIF estatal y del Instituto Tamaulipeco para el Migrante (ITM).

Tal es el caso de Julisa, de 17 años, originaria de Tocoa Colón, Honduras, quien viajó desde su ciudad natal con ocho meses de embarazo, guiada por el rumor que en Estados Unidos las dejaban ingresar en estado de gestación. "Tengo tíos en Carolina del Norte, y ahí es a donde iba, quería ir allá a conocer y trabajar, para mantener a mi familia y a mi otro hijo de dos años", dijo.

Me vine en el tren, con ocho meses de embarazada, porque dicen que si te vas en los autobuses hay retenes, lo agarran a uno y lo regresan; por Chiapas el coyote que nos venía guiando lo agarraron, de ahí a Veracruz nos fuimos solos, y como ahí tengo familia ellos me pagaron otro coyote, que me dejó en Monterrey para luego separarme.

Al coyote que la sacó de Honduras le pagó 600 dólares, y en Veracruz dio otros 500 para que la dejaran ahí. Lo mismo le cobró el que la dejó en Monterrey, "una mitad se paga al inicio y la otra cuando ya estábamos allá. Mi familia me apoyó, para que cruzara.

"Llegué aquí, a Nuevo Laredo, nos separamos del coyote que nos traía, y con los otros compañeros decidimos seguir hasta acá y encontrar otro.

"Crucé por el puente, porque nos habían dicho que las mujeres embarazadas y con hijos era fácil que las dejaran entrar, así que decidí ir, pero al llegar me detuvieron, me pidieron papeles y dije que se me había caído la cartera en Monterrey, luego me pasaron a un cuarto, donde me preguntaron de dónde era, a quiénes iba a ver y qué iba a hacer allá, cuando dije que tenía familia e iba a trabajar, me enviaron de regreso y me trajeron a este centro."

Tuvo que cantar el Himno Nacional

Juan, oriundo de Santiago Jumiltepec, Oaxaca, tiene 17 años, habla más chatino que español. Su travesía hasta cruzar el río Bravo fue en autobús, policías federales lo bajaron en dos ocasiones porque lo señalaban como centroamericano. Tuvo que cantar el Himno Nacional y responder preguntas sobre algunos expresidentes de la República.

Llegó a Miguel Alemán y viajó en lancha por la ciudad fronteriza. Ahí pasó algunos días sin comer, ni beber agua, pues había tramos que se tenían que bajar para esconderse entre matorrales.

Al llegar cerca de Nuevo Laredo se internaron en el lado estadunidense, desconociendo la ruta y siguiendo huellas de camionetas para salir a carretera, pero saliendo de los matorrales ya lo esperaba la Patrulla Fronteriza.

Las autoridades estadunidenses le tomaron datos a él y al grupo de personas con las que iba, luego los enviaron a México por el Puente Internacional I, llegando al Módulo de Migración, donde le brindaron atención médica y alimentación.

"Me dijeron que era fácil, pero no, sí se padece sed y hambre, y siempre estás con el miedo de que te puedan hacer algo. Cuando andaba en lancha éramos varios, pero yo era el único menor, por eso los demás ya se fueron, no sé si lo volvieron a intentar", dijo.

Ambos entrevistados coincidieron en que una vez detenidos por las autoridades migratorias, tanto de Estados Unidos como de México, recibieron atención inmediata.

Incluso Julisa recibió apoyo para dar a luz a su hijo.

El director general del Sistema DIF estatal, Alejandro Ostos, informó que sólo dos mil 600 de esos menores se registraron del 1 de enero al 15 de junio pasado, a través de los Centros de Atención a Menores Fronterizos no Acompañados (Camef), en Nuevo Laredo, Reynosa y Matamoros.

Reconoció un incremento paulatino en la ayuda que se ofrece a esos menores de entre 14 años y 18 años, sin embargo han detectado casos de menores, en su mayoría de países como El Salvador, Nicaragua, Honduras y Guatemala.

Por su parte, la subsecretaria de Derechos Humanos de la Secretaría General de Gobierno, Mariana Rodríguez, reconoció que en los últimos años Tamaulipas percibe una mayor cifra de menores migrantes, incluso será tema a tratar durante el próximo Congreso que organiza el DIF Tamaulipas, pues ya contemplan la construcción de un Camef, en Tampico.

Por último, el director general del ITM, Juan José Rodríguez Alvarado, dio a conocer que de los dos mil 200 servicios de auxilio a esas personas brindados de enero a abril, sólo 10 por ciento han sido a menores.