brasilAFP, EFE y Reuters.- Dilma Rousseff es la presidenta de Brasil más impopular desde el fin de la dictadura hace 30 años. El rechazo a su gobierno llega a 71%, según un sondeo de la encuestadora Datafolha difundido ayer.

En medio de una severa crisis económica y política, el nivel de desaprobación subió seis puntos desde junio, mientras que el apoyo cayó de 10% a 8 por ciento.

La evaluación del actual gobierno es peor al 9% de respaldo y 68% de rechazo cosechado por el expresidente Fernando Collor de Mello en 1992, cuando renunció poco antes de que el Congreso votara su destitución.

Dilma, de esta forma, pasa a ser la presidenta con la peor tasa de popularidad entre todos los electos directamente desde la redemocratización”, destacó el sitio web del diario Folha de Sao Paulo, que pertenece al mismo grupo de Datafolha.

Datafolha comenzó a hacer sondeos a nivel nacional durante el gobierno de Collor (1990-92), el primer mandatario electo por voto popular.

Su antecesor, José Sarney, asumió el poder en 1985 como vicepresidente de Tancredo Neves, quien falleció antes de tomar el poder y quien había sido elegido por el Congreso de forma indirecta después de 21 años de dictadura militar (1964-85).

Según el sondeo –realizado el martes y miércoles entre tres mil 358 personas en 201 municipios– los niveles de aprobación y de rechazo al gobierno no tienen grandes diferencias entre grupos de distinta renta o escolaridad, lo que demuestra que también en las clases más bajas, bastiones electorales del PT, ha crecido el malestar.

Rousseff asumió la Presidencia de Brasil por segunda vez en enero de este año en un escenario lleno de dificultades: baja popularidad, economía estancada e inflación creciente; un Congreso más rebelde y los coletazos de un escándalo de corrupción en la gigantesca estatal Petrobras que ha alcanzado a altas figuras del oficialista Partido de los Trabajadores (PT), entre otros políticos y empresarios.

Grandes protestas callejeras pidiendo la destitución de Dilma sacudieron a Brasil en el primer trimestre y ya se anunció otra manifestación para el 16 de agosto.

Sé soportar presiones y hasta injusticias”, dijo Rousseff en un mensaje del PT, transmitido por televisión ayer.

LE RESPONDEN CON CACEROLAZO
Un sonoro cacerolazo se escuchó ayer en las principales ciudades de Brasil durante la transmisión en televisión de un espacio publicitario del gobernante Partido de los Trabajadores (PT), en el que participaron la presidenta Dilma Rousseff y su antecesor Luiz Inácio Lula da Silva.

Cacerolas, petardos, cornetas y gritos de “Fuera Dilma” se oyeron en Sao Paulo, Río de Janeiro, Belo Horizonte, Brasilia, Recife, Salvador, Florianópolis y otras grandes ciudades del país durante los diez minutos que duró el programa del PT, transmitido en cadena nacional de radio y televisión.

Las manifestaciones fueron convocadas por grupos opositores que protestan por la delicada situación de la economía nacional, que se calcula que este año se contraerá al menos 1.5%, y sobre todo por el escándalo de corrupción en Petrobras, al que ni Rousseff ni Lula hicieron alusión alguna durante el espacio televisivo.

Rousseff reconoció que el país pasa por serias dificultades y que “hay brasileños que están sufriendo”, pero aún así intentó transmitir esperanza en el futuro.

Estamos en un año de travesía y esa travesía va a llevar al país a un lugar mejor. Estamos actualizando las bases de la economía y vamos a volver a crecer con todo nuestro potencial, con los precios bajando, el empleo en alta y con salud y educación de más calidad”, declaró.

Lula también admitió que “la situación no está fácil” y que la crisis “ya llegó a nuestras casas”, pero garantizó que ésta “no es la peor crisis” por la que ha pasado el país.

Según Lula, Brasil cuenta con “todo para tener un futuro mejor que este presente y mucho mejor que su pasado” y “será más fácil llegar a ese puerto seguro con quien ya hizo avanzar al país”, aseguró.

CÁMARA DE DIPUTADOS LE DA UN REVÉS AL GOBIERNO
La Cámara de Diputados del Congreso de Brasil aprobó de forma abrumadora una ley para aumentar el salario a algunos empleados públicos y funcionarios policiales, en un duro revés para la presidenta, Dilma Rousseff, que está perdiendo control de su alianza legislativa.

La votación complica los esfuerzos de Rousseff para reequilibrar las cuentas públicas y evitar perder el próximo año la codiciada calificación de grado de inversión que tiene Brasil.

Por 445 contra 16 votos, la Cámara aprobó la ley que costará a las arcas del Estado 714 millones de dólares más por año.

Además, los dos partidos laboristas de Brasil confirmaron ayer su decisión de dejar de respaldar al gobierno de la Presidenta en la Cámara de Diputados y se declararon independientes.

La decisión fue anunciada por los grupos del Partido Laborista Brasileño (PTB) y del Partido Democrático Laborista (PDT), pero aún se desconoce si la seguirán los miembros de esas dos formaciones en el Senado.