Familiares, amigos, creadores y alumnos agradecieron sus enseñanzas.

■ Esculturas y pinturas del artista enmarcaron el homenaje póstumo.

El pintor, escultor, muralista, grabador y maestro Gilberto Aceves Navarro fue despedido por familiares y amigos en el Palacio de Bellas Artes. Los árboles de la noche triste (2019), serie de seis esculturas de acero al carbón y esmalte al horno —cada una de color diferente—, recibió en el Vestíbulo el cuerpo del artista visual en el homenaje organizado por la Secretaría de Cultura a través del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL).

adiosEl autorretrato Gilberto Aceves Navarro a los 68 años (1999) fue colocado al fondo del vestíbulo y las dos esculturas Los gendarmes (2019), una de cada lado, custodiaron el féretro, junto al cual se realizaron sucesivas guardias de honor en las que estuvieron sus familiares, así como la Secretaria de Cultura, Alejandra Frausto y la Directora General del Instituto, Dra. Lucina Jiménez.

Tras calificar de incansable a Gilberto Aceves Navarro, la Secretaria de Cultura, Alejandra Frausto, señaló que entre sus legados está el hecho de que fue un maestro de generaciones. "Algo que tenemos que seguir reconociendo es esta vocación que mostró a muchos jóvenes".

Asimismo, comentó que la Secretaría de Cultura y el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura no sólo conformarán un homenaje al artista, cuyo legado tiene que ver con el eterno enseñar, con lo cual se refirió a la serie de Los árboles, que permanecerá unos días más en el Vestíbulo del Palacio de Bellas Artes.

En el homenaje al artista, la Dra. Lucina Jiménez afirmó que Aceves Navarro fue uno de los pilares del dibujo, como disciplina y campo de conocimiento, y ésa es una de las bases de las artes visuales. Fue un referente en este sentido.

“Hay un Aceves Navarro por descubrir, por revelar y compartir, sobre todo en el campo del proceso formativo. Estamos obligados a seguir trabajando en torno a su obra y su difusión. Tenemos, entre otros aspectos, que hacer una identificación de las varias generaciones que se formaron con él y dar continuidad al proceso de creación de cada una de ellas para recoger las semillas que sembró".

Asimismo, comentó que la Fundación Gilberto Aceves Navarro tiene un proyecto de desarrollo importante que apoyará el INBAL para hacer un trabajo de divulgación más extenso de su obra. “La serie de Los árboles de la noche triste se exhibe por primera vez en el vestíbulo. Aceves Navarro creó hasta el último momento sin importar su estado de salud. Fue un gran formador de muchas generaciones, tenía una gran capacidad expresiva y generosidad para enseñar. Decía que cualquier persona podía acercarse a la práctica del dibujo si tenía la capacidad de disciplinarse y descubrirse a sí misma”.

La Directora General del INBAL mencionó que una de las cualidades del maestro Aceves Navarro era que no dictaba, no ordenaba, sino que abría la posibilidad de que la gente descubriera lo que su propio interior le podría plantear.

En la ceremonia se presentó el Coro de Madrigalistas de Bellas Artes, dirigido por Carlos Aransay, que interpretó fragmentos del Oficio de difuntos del compositor español y maestro de capilla Tomás Luis de Victoria; en tanto que el Cuarteto Loyola tocó piezas de Bach, Haendel, Gounod y Schubert, entre otros compositores.

Gilberto Aceves Navarro desarrolló una larga trayectoria de más de medio siglo, cuya obra fue clave en el panorama artístico mexicano y su labor como docente influyó en varias generaciones de destacados artistas.

Natalia Pollack, directora del Museo de Arte Moderno, dijo que con la partida de Gilberto Aceves Navarro a los 88 años “perdemos a una de las últimas voces que renovaron las artes plásticas de la segunda mitad del siglo XX en México; prefirió seguir por el camino de la experimentación en su obra de profundo contenido emocional, parte de la cual (23 piezas) se encuentra en nuestro acervo”.

Entre las más importantes destacó Canto triste por Biafra, políptico de cinco piezas que alude al golpe de estado en Nigeria en 1967, el cual fue uno de los proyectos consentidos de Aceves Navarro, quien “nos entregó enjambres de trazos vigorosos, colores plenos de dramatismo, figuras antropomorfas que se desdibujan y fragmentan, así como grafías que esconden y sugieren mensajes, pero al mismo tiempo se visualizan como proyecciones automáticas o impulsos gestuales”. Recordó que fue miembro del Salón de la Plástica Mexicana a partir de 1955 y que presentó su trabajo en más de 300 exposiciones.

Habló de su paso como estudiante por la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado La Esmeralda, bajo la dirección de Enrique Assad, Ignacio Aguirre y Carlos Orozco Romero. Recordó que años más tarde abandonó la institución y continuó una exploración que lo consolidó como uno de los máximos representantes del expresionismo figurativo que, en palabras del maestro Jorge Morales Moreno, “confirma su originalidad respecto a sus coetáneos ‘rupturistas’, pues más que ningún otro la llevó hasta sus últimas consecuencias”.

Comentó que fue compañero de ruta de Alberto Gironella, Fernando García Ponce, Francisco Corzas, Vicente Rojo y José Luis Cuevas, y heredero de los trazos furiosos y expresionistas de Siqueiros y Orozco, así como afín al vocabulario pictórico de Willem de Kooning y Wilfredo Lam.

El historiador del arte Luis Rius Caso, señaló que Aceves Navarro fungió en el arte mexicano como una ruptura de sí mismo, tanto en la concepción y realización de su obra, como en la manera de transmitir sus conocimientos. “Todo es susceptible de ser derribado de su pedestal; atentó contra todo, pero no contra la obra de arte virtuosa, contundente. El maestro trasciende en cientos de memorias individuales que le dan un lugar permanente en las mismas”.

Por su parte, Luis Ignacio Sáinz Chávez expresó que Aceves Navarro cumplió a rajatabla aquel verso de su tocayo, el poeta Owen: “Si he de vivir, que sea sin timón y en delirio”. “Enemigo de la solemnidad, nunca se propuso una ruta. Fue un clásico, un auténtico tesoro viviente. Jugando, nos convidó su imaginario. Debemos quitar las caras largas, acostumbrarnos a su fantasma, para que, con su legado, nos ayude a sobrevivir la realidad”.

El artista visual Gabriel Macotela manifestó que la comunidad artística mexicana se siente conmovida, huérfana, por la pérdida de un gran artista, una gran persona, un querido padre; uno de los maestros más generosos que haya tenido nuestro país. “Somos muchas generaciones a las que nos transformó con su pasión por compartir una manera diferente de mirar las cosas, la vida, la libertad, la belleza; nuestro agradecimiento por todo lo que nos dio”.

El hijo del artista, Juan Aceves, aseguró que hablar de Gilberto Aceves es hablar de amor, el que recibió como su hijo y el que compartió con quienes tocó a través de su enseñanza generosa, que brindaba la posibilidad de transformación en cada uno de sus alumnos.

“Mi padre pintó, dibujó y esculpió en la vida de cada uno de sus discípulos, amigos y hasta extraños. Su legado permanece en su obra y en el ejemplo que dejó en sus alumnos, quienes, con su propia creación, continúan esta herencia artística”, concluyó Juan Aceves.

Dueño de una gran vitalidad artística, a quien Alberto Gironella llamaba el Ciclón veloz por su enorme capacidad de trabajo, Gilberto Aceves Navarro se integró en 2003 a la Academia de las Artes, y ese año recibió el Premio Nacional de Ciencias y Artes en el área de Bellas Artes. En 2011 fue galardonado con la Medalla Bellas Artes, máximo reconocimiento que otorga el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura a destacados creadores en México. En 2014 recibió la medalla de la UNAM por sus 40 años de servicios académicos.

Su obra es parte de importantes colecciones públicas en el país, entre las que destacan los museos de Arte Moderno, Nacional de Arte, Nacional de la Estampa, de Arte Carrillo Gil, el Centro Nacional de Conservación y Registro del Patrimonio Artístico Mueble y el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca, todos recintos del INBAL que albergan más de un centenar de piezas. (Boletín)