onu est 1MVS.- La Organización de las Naciones Unidas (ONU) informó hoy que ajustó a la baja su estimación sobre el crecimiento de la economía del mundo para 2015 y 2016, debido a la persistencia de debilidades cíclicas y estructurales.

En su informe, titulado “Situación y Perspectivas de la Economía Mundial”, la ONU apuntó que la actividad productiva global enfrenta “serias turbulencias”, y que solo se esperan leves mejoras en los próximos dos años.

Para 2015, la ONU ajustó a la baja su expectativa de crecimiento difundida el semestre anterior de 2.9 a 2.4 por ciento; y para 2016, de 3.1 a 2.9 por ciento.

El organismo proyectó que el crecimiento económico del mundo será de 3.2 por ciento en 2017.

Para México y Centroamérica, presentados en conjunto, la ONU ajustó su estimación de crecimiento para 2015, de 3.0 a 2.5 por ciento; así como para 2016, de 3.1 a 2.9 por ciento.

Para 2017 su estimación de crecimiento económico para México y Centroamérica es de 3.4 por ciento.

Entre las turbulencias, mencionó menores precios de las materias primas, las masivas salidas de capital y una mayor volatilidad en los mercados financieros, lo que ha reducido el crecimiento en países en desarrollo y en economías en transición a su menor nivel desde la crisis de 2008 y 2009.

Explicó que dada la esperada desaceleración de China y el persistente débil desempeño en otras grandes economías emergentes, en especial Rusia y Brasil, el eje central del crecimiento global de nuevo se está trasladando parcialmente hacia los países desarrollados.

La ONU consideró que la normalización de la política monetaria en Estados Unidos ayudará a reducir las incertidumbres y apoyará un moderado aumento de las inversiones y el crecimiento, al mismo tiempo que podría prevenir una volatilidad excesiva en los mercados financieros.

La mejora proyectada del crecimiento global para los próximos dos años también se basa en la estabilización de los precios de las materias primas y en la contención de nuevas escaladas en los conflictos geopolíticos.

El informe identificó cinco riesgos para la economía global: incertidumbres macroeconómicas permanentes; bajos precios de las materias primas y menores flujos de comercio; y creciente volatilidad en los tipos de cambio y flujos de capital.

Asimismo, el estancamiento de la inversión y del crecimiento de la productividad; y la continua desconexión entre las actividades del sector financiero y el sector real.

El organismo mundial advirtió que la debilidad del crecimiento está afectando a los mercados laborales en numerosos países en desarrollo y economías en transición, y que la tasa de desempleo está aumentando, en especial en América del Sur.

Al mismo tiempo, “la inseguridad laboral está en general cada vez más arraigada a medida que se materializa un cambio desde el trabajo asalariado hacia el autoempleo”, puntualizó el documento.

En un aspecto positivo, el informe reveló que las emisiones de carbono a nivel global no experimentaron ningún crecimiento en 2014 por primera vez en 20 años, con la excepción del año 2009 cuando la economía mundial se contrajo.

Esta tendencia “sugiere la posibilidad de que el mundo pueda comenzar a observar una desvinculación entre el crecimiento económico y el crecimiento de las emisiones de carbono”, de acuerdo con la ONU.

El informe puntualizó, sin embargo, que la amplia desaceleración del crecimiento económico en numerosos países en desarrollo podría frenar el progreso en la reducción de la pobreza en el corto plazo, y comprometer el desarrollo sostenible a largo plazo.

El subsecretario general para el desarrollo económico del Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de la ONU, Lenni Montiel, sostuvo que es preciso estimular el crecimiento inclusivo mediante una coordinación de políticas más efectivas a nivel regional, nacional y global.

“Son necesarios esfuerzos de política más sólidos y coordinados para asegurar un crecimiento robusto, inclusivo y sostenible, que será determinante para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible de 2030”, recomendó.

Para ello, el informe sugiere implementar intervenciones de política que consideren la reducción de la desigualdad, tales como inversión en educación, salud e infraestructura, así como en redes más sólidas de protección social.