HOSPITAL JAPONÉSOnce Noticias.- Un grupo de médicos vestidos con batas blancas y uniformes azules se reunió en junio alrededor de una mesa en una sala de conferencias con las miradas puestas en una colorida presentación de diapositivas proyectada en la pared.

¿Cómo se supone que va a memorizar nadie esto?", preguntó un médico sentado en la parte de atrás mientras Yoshihiro Masui, el director del centro de cuidados intensivos del Hospital Seibu de la ciudad de Yokohama, estudiaba las diapositivas.

La presentación, llena de diagramas de flujo codificados por colores, mostraba decenas de nuevos protocolos de seguridad para todo, desde las intervenciones quirúrgicas rutinarias a la diálisis.

Semanas antes, el Hospital Seibu había sido el escenario de uno de los peores brotes de coronavirus en Japón, con unas 80 personas que dieron positivo en la prueba de COVID-19, incluidos 43 miembros del personal. Para cuando el hospital logró contener la propagación, habían muerto 13 pacientes ancianos.

Durante la mayor parte de mayo, el hospital de 500 camas, situado en una ciudad portuaria a 30 km al sur de Tokio, había permanecido vacío. Después del brote, tuvo que interrumpir casi todos los servicios ambulatorios. Se exigió a médicos y enfermeros que pasaran dos semanas en sus casas, atentos a los síntomas que pudieran manifestar antes de volver al trabajo.
Ahora, cuando el país se encuentra en plena fase de levantamiento del estado de emergencia, hospitales como el Seibu se enfrentan a la perspectiva de funcionar a la sombra de un virus que todavía carece de tratamiento o cura.

No podemos volver a registrar un brote como el que hemos experimentado", dijo Masui, un médico de urgencias que ha sido el encargado de la respuesta del hospital al coronavirus. "Lo que hemos aprendido es que realmente esto puede ocurrir en cualquier lugar".